20 de Febrero

Santa Jacinta de Jesús Marto
1910 - 1920
Vidente de la Virgen de Fátima

Jacinta, la séptima hija de la pareja Manuel Pedro Marto y Olimpia de Jesús dos Santos, nació en el lugar de Aljustrel, parroquia de Fátima, el 11 de marzo de 1910. El día 19 del mismo mes recibió la gracia del Bautismo.

Sus padres, que eran humildes campesinos y cristianos piadosos, le dieron una educación moral y religiosa de sonido. Desde temprana edad mostró un gusto por la oración, la preocupación por las verdades de la fe, la prudencia en la elección de las amistades y un espíritu sereno de la obediencia. De carácter vivaz, extrovertido y alegre, le encantaba jugar y bailar; capturó la simpatía de muchos. Se convirtió, más adelante, en un espléndido modelo de humildad y de generosidad.

Tan pronto como pudo, comenzó a trabajar pastoreando un rebaño; su hermano Francisco fue el responsable de su supervisión, tan solo era un poco mayor que ella. Le gustaba mucho reunirse con su prima, Lucía de Jesús dos Santos, quien también fue pastora de ovejas. Así, los tres niños, muy unidos pasaban todo el día en esta actividad, al mismo tiempo que actuaban con diligencia y prontidtud, también les quedaba tiempo para jugar y para orar y además, disfrutaban de las bondades de Dios mostradas en las bellezas de la naturaleza.

Lo que cambió inesperadamente su vida, tuvo lugar en 1916: cuando dijeron que se les apareción un ángel tres veces y que les exhortaba a rezar y hacer penitencia para el perdón de los pecados y por la conversión de los pecadores. A partir de este momento; la pequeña Jacinta tomó cada oportunidad para hacer lo que el ángel le decía.

Desde el 13 de mayo al 13 de octubre de 1917, junto con Francisco y Lucía, tuvo el privilegio de ver varias veces a la Virgen María en el lugar llamado Cova da Iria, cerca de Fátima. Llenos de alegría y gratitud por el don recibido, respondería inmediatamente con todas sus fuerzas a la exhortación de la Virgen María pidiéndoles oraciones y sacrificios en reparación por los pecados que ofenden a Dios, y por la conversión de los pecadores.

Al mismo tiempo, dóciles a la acción de la gracia, se separaba de las cosas terrenales, con el fin de volver el rostro a las cosas celestiales, dedicada su vida voluntariamente para alcanzar algún dia estar en el paraíso. Estaba inmersa constantemente en la contemplación de Dios, siempre buscaba una conversación íntima con él. Buscaba el silencio y la soledad de la noche y se levantaba de su cama de madrugada para orar y expresar libremente su amor por el Señor. En poco tiempo, su vida interior se caracteriza por una gran fe y una gran caridad.

Una vez, Jacinta confiesa:

"Yo amo tanto a Nuestro Señor! A veces creo que tengo un fuego en el pecho, pero eso no me quema"

Le encantaba contemplar a Cristo crucificado y se conmovió hasta las lágrimas al escuchar el relato de la Pasión. Afirmó entonces ya no querer cometer pecado y no hacer sufrir más a Jesús. Meditaba mucho sobre la eternidad del infierno, cuya pavorosa visión tanto le impresionó. Una vez exclamó:

"¡Qué pena tengo de los pecadores! !Si yo pudiera mostrarles el infierno!"

Tuvo una Fe ardiente y devoción a la Santa Eucaristía, que visitó con frecuencia y durante mucho tiempo en la iglesia parroquial, escondiéndose en el púlpito, donde nadie podía verla y así distraerla de contemplar al Rey de reyes.

Anhelaba con un gran deseo comer el Cuerpo de Cristo, pero no le estaba permitido debido a su corta edad. Sin embargo, eso no le entristeció, ella encontraba consuelo en la comunión espiritual. También honró a la Virgen María, con un amor tierno, filial y alegre, rezaba constantemente el Santo rosario y cada momento del día le ofrecía jaculatorias piadosas.

El sufrimiento anhelado

Su deseo de sufrir se hizo más evidente durante la larga y grave enfermedad que la quejó desde octubre del año 1918 junto a su hermano Francisco. Se contagiaron de un brote broncopulmonar, a la que llamaron "la gripe española", su salud empeoró poco a poco, por lo que tuvo que soportar la idea de tener que ser operada. Para Jacinta se vuelve un calvario esta enfermedad, ya que le sobreviene una pleuresía purulenta.

Sabiendo que le quedaba poco tiempo, multiplicó sus sacrificios, penitencias y privaciones con el fin de cooperar en la medida de sus posibilidades, en la obra de la Redención. Sin embargo, lo que más le costó más fue tener que dejar a la familia con el fin de ser tratada en el hospital Reina Estefanía, en Lisboa. Pasó por su mente la idea morir sola, lejos de sus familiares queridos, y acerca de eso dijo:

"Oh Jesús mío, ahora usted puede convertir a muchos pecadores, ya que este sacrificio es demasiado grande!".

El 20 de febrero de 1920, pidió que le impartieran los Sacramentos. Recibió el Sacramento de la Confesión. Esa misma noche, lejos de sus padres, finalmente llegó a la meta de sus deseos, la vida eterna. Moría en el hospital. La Virgen vino a llevársela al Paraiso como lo había prometido.

Jacinta Martos y su hermano Francisco estuvieron enterrados en el cementerio municipal de Fátima, hasta que los trasladaron a la Basílica de Nuestra Señora a principios de la década de 1950. Fue proclamada Beata el 9 de abril de 2000 por el Papa San Juan Pablo II y Canonizada por el Papa Francisco el 13 de Mayo de 2017.

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